sábado, 7 de abril de 2012

SI NOSOTROS NO RESUCITAMOS, NUESTRA FE ES VANA







VIGILIA PASCUAL

El centro de esta vigilia no es un cuerpo, ni muerto ni vivo, sino el fuego y el agua. Ya tenemos la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Fuego y agua son los dos elementos indispensables para la vida.
· Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor.
· El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua.

Recordar nuestro bautismo es la clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy, fuego y agua simbolizan a Jesús porque le recordamos VIVO y comunicando Vida. Este es el centro de la experiencia pascual.

La vida que esta noche nos interesa, no es la física, ni la síquica, sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos hemos armado un buen lío con la resurrección de Jesús.
La vida biológica no tiene ninguna importancia para la realidad que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

La síquica tiene importancia, porque es la que nos capacita para alcanzar la espiritual. Solo el ser humano, que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia sólo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva. Una vez que se llega a la meta, el vehículo es abandonado por inútil.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna.

Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero creo que no es hoy el más adecuado para expresar esa realidad divina. Inconscientemente lo aplicamos a la vida biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando.

Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe.

Para los apóstoles como para nosotros se trata de una experiencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren que tiene que estar él VIVO. Sólo a través de la vivencia personal podemos aceptar la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Cristiano es el que está constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina.

Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo.

Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Todos los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo.

En el bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que significamos para hacerla presente y vivirla. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero alcanzar y vivir lo significado es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es AMOR, es superando el ego-ísmo, es decir amando.

DOMINGO 1º DE PASCUA

Jn 20, 1-9 (El sepulcro vacío)
“Entonces entró también el otro discípulo, y vio y creyó”.

SI NOSOTROS NO RESUCITAMOS, NUESTRA FE ES VANA

La realidad pascual es, tal vez, la más difícil de reflejar en conceptos mentales. La palabra Pascua (paso) tiene unas connotaciones bíblicas que pueden llenarla de significado, pero también nos pueden despistar y enredarnos en un nivel puramente terreno que nada nos dice de lo que estamos celebrando. Lo mismo pasa con la palabra resurrección, también ésta nos constriñe en una connotación de vida y muerte biológicas, que nada tiene que ver con lo que pasó en Jesús y con lo que tiene que pasar en cada uno de nosotros.

La exégesis lleva muchos años aportándonos elementos de juicio que pueden ayudarnos a interpretar lo que quieren decir los textos. Reconozco que su principal tarea es negativa, es decir, nos indica los errores que hemos cometido al interpretar los relatos, por no tener en cuenta la manera de hablar de la época. Pero aún así, sus aportaciones son valiosísimas, porque nos obligan a intentar nuevas maneras de entender los textos, que pueden acercarnos al verdadero sentido de lo que nos quiere decir el NT.

La Pascua bíblica fue el paso de la esclavitud a la libertad, pero entendidas de manera material y directa. También la Pascua cristiana debía tener ese efecto de paso, pero en un sentido completamente distinto. En Jesús, Pascua significa el paso de la MUERTE a la VIDA; las dos con mayúsculas, porque no se trata ni de la muerte física ni de la vida biológica.

El evangelio de Juan lo explica muy bien en el diálogo de Jesús con Nicodemo. “Hay que nacer de nuevo”. Y “De la carne nace carne, del espíritu nace espíritu”. Sin este paso, es imposible entrar en el Reino de Dios.

Cuando el grano de trigo cae en tierra, “muriendo”, desarrolla una nueva vida que ya estaba en él en germen. Cuando ya ha crecido el nuevo tallo, no tiene sentido preguntarse qué pasó con el grano. La Vida que los discípulos descubrieron en Jesús, después de su muerte, ya estaba en él antes de morir, pero estaba velada. Solo cuando desapareció como viviente biológico, se vieron obligados a profundizar. Al descubrir que ellos poseían esa Vida comprendieron que era la misma que Jesús tenía antes y después de su muerte.

Teniendo esto en cuenta, podemos intentar comprender el término resurrección, que empleamos para designar lo que pasó en Jesús después de su muerte. En realidad, no pasó nada. Con relación a su Vida Espiritual, Divina, Definitiva, que no está sujeta al tiempo ni al espacio, por lo tanto no puede “pasar” nada; simplemente continúa. Con relación a su vida biológica, como toda vida era contingente, limitada, finita, y no tenía más remedio que terminar. Como acabamos de decir del grano de trigo, no tiene ningún sentido preguntarnos qué pasó con su cuerpo. Un cadáver, no tiene nada que ver con la vida.

Pablo dice: Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Pero pensemos que un Jesús en cuerpo, saltando de la ceca a la meca, atravesando paredes y puertas cerradas, para colocarlo después en el cielo a la derecha de Dios, no nos serviría de gran cosa. Yo diría: Si nosotros no resucitamos, nuestra fe es vana, es decir, vacía.

Aquí debemos buscar el meollo de la resurrección. La Vida de Dios, manifestada en Jesús, tenemos que hacerla nuestra, aquí y ahora. Si nacemos de nuevo, si nacemos del Espíritu, esa vida es definitiva. No tenemos que temer a la muerte biológica, porque no la puede afectar para nada. Lo que nace del Espíritu es Espíritu. ¡Y nosotros empeñados en utilizar el Espíritu, para que permanezca nuestra carne!

Los discípulos pudieron experimentar como resurrección la presencia de Jesús después de su muerte, porque para ellos, efectivamente, había muerto. Y no hablamos sólo de la muerte física, sino del aniquilamiento de la figura de Jesús. La muerte en la cruz significaba precisamente esa destrucción total de una persona. Con ese castigo se intentaba que no quedase nada de ella, ni el recuerdo. Por esta razón es muy problemático el relato de un entierro de Jesús por unos desconocidos. Los que le siguieron entusiasmados durante un tiempo, vieron como se hacía trizas su persona. Aquel en quien habían puesto todas sus esperanzas, había terminado aniquilado por completo. Por eso la experiencia de que seguía vivo, fue para ellos una verdadera resurrección.

Hoy nosotros tenemos otra perspectiva. Sabemos que la verdadera Vida de Jesús, la divina, no puede ser afectada por la muerte física, y por lo tanto, no cabe en ella ninguna resurrección. Pero con relación a la muerte biológica, no tiene sentido la resurrección, porque no añadiría nada al ser de Jesús. Como ser humano era mortal, es decir su destino natural es la muerte. Nada ni nadie puede detener ese proceso, que no es de destrucción sino de maduración.

Cuando vemos la espiga de trigo que está madurando, ¿a quién se le ocurre preguntar por el grano que la ha producido y que ha desaparecido? El grano está ahí, pero desplegado en todas sus posibilidades de ser, que antes sólo eran germen.



Meditación-contemplación

Si no he resucitado, mi fe sigue siendo vana.
Comprender lo que pasó en Jesús no es el objetivo.
Es sólo el medio para saber qué tiene que pasar conmigo.
También yo tengo que morir y resucitar, como Jesús.
………………..

No se trata de morir físicamente,
ni de una resurrección corporal.
Como Jesús tengo que morir al egoísmo
y nacer en el Espíritu al verdadero amor a los demás.
…………

Día a día tengo que morir a todo lo terreno.
Día a día tengo que nacer a lo divino.
Ni muerte ni resurrección terminan mientras viva.
Pero cuanto más muera, más Vida habré conseguido.
………………………….

Fray Marcos
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 07 Apr 2012 07:13 PM PDT
El amor ha triunfado, somos campeones

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: El también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.
Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

MISTERIO DE ESPERANZA

Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.

Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.

Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".

Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.

Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.

Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.

Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.

Difunde la esperanza en el Resucitado. Pásalo
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Posted: 07 Apr 2012 07:05 PM PDT
Publicado por Fe Adulta

Vigilia Pascual (y Domingo de Resurrección)

JESÚS VIVE
La glorificación de Jesús se dio ya en vida:
fue su total entrega.

Monición de entrada
Bienvenidos a esta celebración en la que reconocemos a Jesús como el amigo que vive entre nosotros y cuya luz queremos que brille en medio de la oscuridad.
Contemplando este fuego, tomamos conciencia de tantas luces apagadas, cuántas vidas destruidas por la guerra, el terror y la violencia. Y cuántas personas reducidas a las cenizas de la nada porque ya no cuentan para nadie.
Pero entre tanta muerte y fracaso emerge con fuerza la luz de Jesús, simbolizada en el cirio pascual, que nos abre horizontes de esperanza, de vida nueva, para poder construir un mundo distinto sobre los cimientos de los valores del Reino.

Encendido del fuego, del cirio pascual y de las velas.

Acción de gracias

Es justo que aclamemos tu nombre, Padre santo,
y te bendigamos de corazón,
es lo que nos corresponde hacer
en esta fiesta de resurrección y vida.
Aunque todavía vivimos en una penumbra de fe,
te damos gracias porque vislumbramos ya
un amplio horizonte de esperanza.
Hoy celebramos la pascua,
el paso por nuestra historia de Jesús
y cantamos gozosos el aleluya.
Creemos que él sigue viviendo en Ti,
de igual forma que Tú, su Padre y fuente de vida,
viviste siempre en él.
Jesús nos ha descubierto que esta fiesta
también puede ser nuestra propia pascua de liberación
si pasamos de nuestros egoísmos
y nos decidimos a vivir plenamente para los hermanos.
Gracias, Padre Dios.
Por todo ello te bendecimos
y cantamos en tu honor este himno de alegría.

Memorial de la Cena del Señor

Padre nuestro que vives en Jesús y en todos nosotros,
a la luz de los acontecimientos que celebramos,
recordamos las palabras de Jesús a Nicodemo:
“hay que nacer de nuevo”.
Las hizo realidad en su persona:
murió como el grano de trigo muere,
pero pervivió, sigue viviendo,
en el nuevo tallo germinado.
Ha llegado la hora de que se manifieste
la gloria de tu hijo Jesús,
de que proclamemos agradecidos
su empeño personal por darte a conocer tal como eres
y su lucha por la implantación de tu reino en el mundo.
Nuestro gozo y nuestra alabanza
surgen espontáneamente al descubrir a Jesús
y al conocer la buena esperanza que nos trajo:
que es posible un nuevo mundo
donde reinen la justicia y el amor.
No tuvo apego a su propia vida
y le costó la muerte en cruz.
Pero no fue en balde,
porque los frutos de su mensaje revolucionario
aún perduran, están vivos,
y seguirán multiplicándose a través de los siglos.
Recordamos y prometemos imitar su entrega total
y sellamos nuestro compromiso de seguirle de por vida.

Invocación al Espíritu de Dios

Padre de bondad infinita,
bendícenos, ya que somos tus hijos,
y derrama tu Espíritu sobre nosotros
para que comprendamos
que la Vida de la que gozó Jesús
antes y después de su muerte,
es la misma Vida que podemos tener nosotros
si morimos al egoísmo
y nacemos al verdadero amor a los demás,
si muriendo en el día a día a todo lo terreno,
nacemos también en el día a día a lo divino.
Sabemos que de esta forma
nuestro único horizonte será la Vida.
Te pedimos por todos los que integramos nuestra Iglesia
para que seamos encarnación viva
de la buena noticia de Jesús.
En la esperanza renovada de reencontrarnos en Ti
con todos nuestros amigos y familiares difuntos,
brindamos en tu honor, en compañía de Jesús,
como queremos hacer por toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca

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Vigilia Pascual

Mc 16, 1-7
PARA ANUNCIAR LA PASCUA - PREGÓN

Éste es el tiempo del Dios de la vida.
De la vida dada y de la vida realizada.
De la gloria de Dios y de nuestra dignidad perdida.

Es tiempo de presencias y encuentros,
de paz, comidas y abrazos,
de corazones encendidos y trajes blancos,
de envío a rincones lejanos...

Es el tiempo de la experiencia,
del paso del Señor por todas las tierras
por todos los rincones,
por todas las personas.

Tiempo de flores, sueños y utopías,
de gritos, cantos y aleluyas.
Tiempo de baños e inmersiones,
de confesiones sinceras y comuniones
para ser personas nuevas.
¡Tiempo divino para el ser humano en camino!

Es tiempo de primavera florecida,
de liberación, profunda y definitiva,
de cadenas, amuletos y miedos,
de señores antiguos y nuevos,
para sentir y vivir la vida.




Domingo de Pascua de resurrección
Jn 20, 1-9

Jesús es Señor

Di con el corazón: Jesús es Señor.
Di con los labios: Jesús es Señor.
Grábalo en tus entrañas: Jesús es Señor.
Cántalo con tu voz: Jesús es Señor.
Anúncialo a los cuatro vientos: Jesús es Señor.
Pregónalo con fe y gozo: Jesús es Señor.

Jesús es Señor:
antorcha de libertad,
fuente de alegría,
viento de paz,
victoria sobre toda muerte;
estandarte en lo más alto de la tierra,
sol en las profundidades de nuestro ser,
meta de nuestro caminar,
compañero de vida y esperanzas...
que nadie podrá quitar.


Jesús es Señor:
de él brota la vida,
en él nuestra esperanza,
con él todo bien,
a él nuestro reconocimiento,
para él nuestra voluntad,
por él nuestra plenitud;
él nuestra justicia,
él nuestra salvación...
que nadie podrá quitar.

Jesús es Señor:
no hay más señores;
los señores del dinero y de la salud,
de las armas y de las leyes,
del poder y de los negocios,
de la democracia y de la razón de estado,
de la carne y del templo,
todos los príncipes de este mundo,
señores de las tinieblas,
están vencidos.

Jesús es Señor,
el único Señor,
el Crucificado,
el perfumado,
el que deja el sepulcro vacía,
el que nos preceda a Galilea,
el que vive y el que nos hace vivir;
el que nos cura y salva,
el que recrea nuestra esperanza,
ayer, hoy y siempre.

Jesús es mi Señor,
No hay otros señores.
Jesús es nuestro Señor.

Florentino Ulibarri
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 07 Apr 2012 06:54 PM PDT

La mujer obstinada y el cura comprensivo

«Con precisión, ¿qué significa cumplir con pascua?». El predicador ha puesto allí la pregunta fatídica. Alguno le ha mirado con un aire ligeramente molesto: «Pero ese, ¿qué quiere? ¿no le basta ver que estamos aquí?».

Antes se sabía qué quería decir «cumplir con pascua». Para muchos hombres significaba irse a confesar y comulgar. En la práctica: ponerse en regla, pagar una especie de peaje anual. Después ya no se pensaba más. Para ciertos tipos era como sacarse un diente.

La preparación se hacía en casa, con un bombardeo intensivo por parte de la mujer que martilleaba al marido recalcitrante y huidizo con una serie de insistentes «mira que tienes que ir a cumplir con pascua, como todos». Por supuesto, después de repetidos ataques, la mujer terminaba por debilitar la resistencia del hombre, aunque fuera de corteza dura.

Después, especialmente para los más ajenos al asunto, se preocupaba el cura, en la sacristía, de sacarlos del apuro, porque además los reconocía a primera vista. Recuerdo que el viejo y encallecido «Pedrito el quesero» (uno que, además del domingo, trabajaba todos los días de la semana «de sol a sol») se me confiaba: «¿Y qué voy yo a decir al cura? No sé ni hacer ni decir pecados, sólo sé trabajar... Por suerte él me entiende... Nos entendemos al vuelo, contando además con que yo le doy la autorización».

¿Qué quiere decir? me informaba curioso.

«Quiere decir que me presentaba así: `Empiece usted que entiende de esto. Como de costumbre... yo estoy de acuerdo'. Y así él me saca los pecados sin necesidad de que yo abra la boca. Pero cuando pasa para la bendición de la quesería y del establo, lo recompenso generosamente con una media docena de huevos».

Es inútil precisar que ese era un modo demasiado expeditivo y reductivo de «cumplir con pascua».


Paso

Nuestro párroco, el domingo, ha insistido en la palabra «paso». Pascua es paso de la muerte a la vida. Paso de las tinieblas a la luz. Paso de un cristianismo sombrío y flojo a un testimonio alegre. Paso del interés exclusivo por las cosas de este mundo al descubrimiento de otros valores que trascienden el horizonte terreno («...buscad los bienes de allá arriba», como dice Pablo). Paso de un estilo de vida insulso y rutinario a un planteamiento radicalmente nuevo de la propia existencia. Etcétera... No era posible anotar mentalmente todos los «pasos» detallados por el predicador en su hablar fluido.

Refiriéndose después a la secuencia pascual «Victimae paschali laudes», el cura primeramente ha ilustrado la bellísima imagen del duelo decisivo que trabaron la muerte y la vida. Un «prodigioso duelo» del que el «Señor de la vida» ha salido triunfante. Al llegar aquí, nuestro párroco nos ha interpelado: «¿Pero nosotros estamos verdaderamente convencidos de que la muerte, el día de pascua, ha sido definitivamente vencida, y así la muerte se convierte para nosotros, no en muro impenetrable, sino en `paso' hacia la vida definitiva? ¿estamos convencidos de que la muerte no tiene la última palabra, o por el contrario, a pesar de lo que decimos creer, pensamos que la muerte es la que cierra el discurso?».

Después ha tomado motivo de dos versos famosos, «Dic nobis, Maria, quid vidisti in via?» («Dinos, María, lo que has visto en el camino»), para provocarnos: «Si alguien hoy, por el camino, os pidiese informaciones respecto de lo que habéis visto, descubierto, celebrado el día de pascua, ¿qué contaríais?». En este momento caí en la cuenta de que el seminarista nos había robado la «secuencia», sustituyéndola con uno de esos banales motivos alegres de siempre (Santiago los define desdeñosamente «griteríos musicales») y con acompañamiento de guitarras. No teniendo en cuenta que a muchos de nosotros el latín -que naturalmente no hemos estudiado- nos dice mucho más.

Menos mal que el párroco, en el sermón, con habilidad diplomática, nos ha restituido esas estrofas que nos eran tan familiares.


«Cumplir con pascua» ¿acaso significa despertarse?

Por mi parte he añadido otras consideraciones. Primero: ¿qué significa «cumplir con pascua» para un cura? ¿simplemente hacerla cumplir a los demás? ¿o también él tiene que demostrar, de alguna manera, que ha cumplido con pascua? Y en ese caso, ¿cuál es el «paso» más comprometido para él? Después he reflexionado sobre el hecho de que, para todos, «cumplir con pascua» en el fondo significa despertarse. Se trata de sacudir los párpados pesados por el sueño o la somnolencia. Caer en la cuenta de que ha ocurrido algo sensacional («conocéis lo que sucedió...», como dice Pedro en su discurso), que ha despuntado un mundo nuevo, y, por tanto, nuestra vida no puede continuar de la misma manera. «Cumplir con pascua» quiere decir, sobre todo, hacer un poco de claridad.

Existe una ligazón muy estrecha entre iluminación y despertar. En casa, mi hija teóloga me ha confirmado que en oriente la palabra «iluminación» significa «despertar». Y, a su vez, el hijo casi doctor-desocupado me ha dicho que, según la opinión de un autor llamado «místico burlón», los hombres nacen, viven y mueren dormidos. Me lo sospechaba también yo.

Mi último pensamiento se ha enredado en torno al tema de la ausencia. El evangelio de hoy está atravesado, no de pasos, sino de carreras afanosas. María de Magdala, al principio camina. Pero después, de improviso, se pone a correr para comunicar a los apóstoles su descubrimiento. Y también corren Pedro y Juan.

Esas carreras indican que la ausencia resultaba insoportable. Es demasiado fácil terminar: Pascua es paso de un paso cansino, resignado, arrastrado, a un paso ágil, ligero, veloz.

Sí, pero el problema sigue siendo cómo hacer insoportable la ausencia, cómo despertar el deseo, cómo impedir que uno se acomode en la resignación.

Muchos se sienten satisfechos con lo que hacen, y no caen en la cuenta de lo que les falta, y por tanto no buscan. ¿Es posible transformarles en gente insatisfecha, un poco inquieta, que se pone a perseguir lo que no tiene?

Naturalmente no tengo las respuestas. Pero quizás una manera no muy banal de «cumplir con pascua» puede ser la de sembrar nuestro camino de algún preocupante punto interrogativo.
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Posted: 07 Apr 2012 05:39 PM PDT

Se encontraba en el jardín del monasterio un maestro zen con tres alumnos suyos: Hyakujo, Nansen y Chizu. En el cielo lucía bella la luna llena. Los cuatro contemplaban aquella maravilla y, tras un rato de silencio, manifestaron sus pensamientos.

Hyakujo comentó: “Esta es una noche ideal para organizar una ceremonia religiosa”.

Nansen dijo: “Esta es una noche perfecta para concentrarse en la meditación”.

Chizu declaró: “Esta es la mejor noche para contemplar la luna”. Tenía razón el último discípulo: la mejor noche para contemplar la luna, que estaba allá arriba invitando a admirarla.

De manera semejante podemos concluir que la semana santa y, en especial, la Vigilia Pascual de anoche y hoy, domingo de Pascua, domingo de resurrección, son para contemplar a Jesús, para conocer a Jesús. No, para fijarnos en otras cosas, en otros detalles como organizar una procesión o una representación de la pasión, que nos pueden distraer de lo más fundamental e interesante.

En el relato que comentamos lo obvio era “contemplar la luna” y en el momento nuestro “contemplar a Jesús”. Y a un Jesús triunfante, resucitado, vivo. No es que olvidemos o prescindamos del itinerario recorrido por Jesús a lo largo de estas últimas semanas. Ya le dedicamos su tiempo. Hoy contemplamos a Jesús, luz del mundo, representado en el cirio pascual de la vigilia pascual de anoche. Cómo encendimos nuestras pequeñas velas en la llama del cirio y cómo logramos iluminar la iglesia solo con las velas.

Hoy nos imaginamos a las piadosas mujeres que estaban preocupadas porque no sabían quién les iba a retirar la piedra que cerraba el sepulcro. María Magdalena, al llegar al lugar “vio la losa quitada”. Podemos aplicar la imagen de que nuestra sociedad actualmente sufre bajo el peso de una losa amasada con la situación económica o con el pesimismo reinante o con la falta de unos valores que los juzgamos necesarios y, sin embargo, no están de moda. Es preciso, quitar, retirar esa losa para ser libres, para poder volar, para que eliminemos la levadura vieja de la corrupción y de la maldad con el fin de ser criaturas nuevas.

Una pregunta destaca en este domingo: ¿por qué buscáis entre los muertos al que vive?. Ha resucitado”. Nos cuesta aceptar este verbo “resucitar”. Percibimos con toda crudeza la presencia de la muerte, mientras que sentimos de forma mucho más débil la realidad de la resurrección. Sin embargo, nosotros no somos cristianos porque creemos en la cruz, en la muerte, en el pecado, sino porque creemos en la liberación, en la resurrección.

A nosotros se dirige el apóstol Pablo:”Los que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba”. “Despojaos de la ira y de las groserías; vestíos del hombre nuevo”.

El que María Magdalena viera “quitada la piedra del sepulcro” evoca que todas las losas, que nos aplastan pueden ser retiradas. Los cristianos –no sé por qué razones- sintonizamos mejor con el Cristo sufriente que con el Cristo victorioso, resucitado. A los mensajes pascuales: “no temáis”, “alegraos”, “Id y anunciad”, “aspirad a los bienes de arriba, renovaos … les prestamos menos credibilidad.

La historia, que cuenta Aggrey sobre el águila y la gallina, enseña que muchos de nosotros podemos pensar, vivir como gallinas. Pero nosotros somos águilas. Abramos las alas y volemos. Esto mismo nos recuerdan las flores, la luz, el agua bautismal, el canto vibrante del Aleluya, tan abundantes en estas fechas.

“Es hora de asomarse al infinito,

de anunciar y cantar, trabajar y proclamar

que es posible un mundo nuevo y distinto. (…).

“Es hora de la Pascua, de la Resurrección

de brindar por la vida que el Señor sigue trayendo.

(…) “Es hora de esbozar una sonrisa

y ensanchar el corazón

para hacerlo más sensible, más fraterno”.

Volviendo al principio es hora de contemplar a Jesús y a Jesús victorioso, resucitado.
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Posted: 07 Apr 2012 05:25 PM PDT

Contemplamos a las Discípulas…
Siempre tomo alguna frase de contemplaciones anteriores, pero esta de hace seis años me gusta entera. El recorte que hice entonces del fresco de Fra Angelico pinta de manera única a las tres amigas entrando al sepulcro con los perfumes en las manos. No se ve al Ángel que les habla ni a Jesús que está encima y detrás, pero la paz de sus rostros y de sus manos lo dice todo.

Son María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé.

Son Tres Amigas en el Señor, que andan juntas de madrugada repasando de nuevo el viacrucis que anteayer recorrieron con su Maestro…

Este año las tomo un poco antes, porque si queremos saber lo que iban “repasando del Via Crucis”, Marcos nos lo dice en los versículos anteriores:
“Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto” (Mc 15, 40-46).

Son, pues, Las que estaban mirando a distancia, lo más cerca que las dejaron estar.

Son Las que lo seguían y lo servían cuando estaba en Galilea y habían subido con Él a Jerusalen.

Son Las que se fijaban bien dónde era puesto el cadáver de Jesús.

Hoy, Sábado Santo, la invitación es a contemplar a las Discípulas en ese tiempo que se les hizo eterno, el tiempo del estar muerto de Jesús. Tiempo en el que ya intuían de manera práctica algo así como la resurrección.
Hace unos años las miraba como Las que llevan perfumes en sus manos. Y pensaba rápidamente que si bien les preocupaba la piedra del Sepulcro, el perfume traspasa las piedras. Pero hoy, al notar que habían ido a comprar los perfumes, esa cantidad inaudita que les pagó José de Arimatea y que era como para ungir el cadáver de un Rey, me golpeó con la conciencia de la certidumbre femenina de la muerte.

Siempre me impresiona en la Casa de la Bondad cómo son las mujeres las que saben qué hacer con los muertos. Los hombres nos quedamos medio sin saber que hacer, esperando instrucciones. Y las mujeres enseguida se ponen a lavarlos y a vestirlos.

Mientras los discípulos estaban en babia, sin saber qué hacer, las discípulas ya habían puesto en marcha los mecanismos ancestrales del entierro de los muertos. Y noto esta certidumbre práctica de las mujeres para con la muerte porque va pareja con la capacidad de ser prácticas también con la resurrección.
La mujer sabe qué hacer con un bebé recién parido y con un hombre recién muerto. Por eso sabe también qué hacer con un Resucitado. Y de ahí que el Señor les salga al encuentro primero a ellas, sus amigas, las que estuvieron lo más cerca que pudieron, hasta donde las dejaron; las que lo seguían y lo servían (para él tenían nombre propio, como le hará sentir a María Magdalena, aunque a los varones del grupo se les mezclaran y no las distinguieran a todas –eran una banda, según Lucas: María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás! que estaban con ellas-); las que se fijaron bien donde lo habían puesto; las que fueron de madrugada, con sus perfumes, a buscarlo.

Marcos nos dice que “se apoderó de ellas un estupor y un temblor y que no dijeron nada a nadie porque tenían miedo”. Aunque luego se ve que luego se armaron de valor porque “María Magdalena fue comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. (Pero) Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron” (Mc 16, 10).

Lo que voy viendo, a medida que contemplo y escribo, es la gracia del modo especial como se comunica la noticia de la Resurrección. Nos detenemos a ver cómo elige el Señor dar la noticia ad intra de la comunidad (y del corazón de cada uno).
En primer lugar, hay que notar quiénes son las elegidas para “recibir y comunicar” la buena nueva de que Jesús ha resucitado.
En una sociedad como la nuestra, en la que cualquiera dice cualquier cosa, puede pasar desapercibido como algo sin importancia el hecho de que que las discípulas sean “sujeto” del anuncio, de que sean las portadoras del mensaje.

Conviene salir de nuestra cultura y entrar un momento en la de Israel en tiempos de Jesús: “las mujeres no podían hablar a los hombres en público, ni siquiera a sus propios padres, maridos o hijos. No podían leer la ley por ellas mismas, de hecho ni tan sólo podían tocar el libro de la ley. Las mujeres tampoco podían enseñar las cosas de Dios a sus propios hijos. Una mujer no podía ser testigo en una corte legal, su testimonio carecía de todo valor. Ningún rabí de Israel hubiera nunca admitido a una mujer entre sus discípulos ni mucho menos la hubiera enseñado a solas”.

Estas pocas frases bastan para imaginar el ánimo con que las mujeres reciben la misión de anunciar la resurrección y el ánimo con que los discípulos las reciben a ellas. A pesar de que Jesús había creado una comunidad con relaciones mucho más igualitarias entre varones y mujeres, el anuncio de la resurrección da vuelta todo lo cultural en una cultura de roles fortísimamente delimitados.

Pienso que esta subversión cultural para comunicar la noticia tiene una semilla de vida real que trasciende toda superestructura cultural.
El anuncio de la resurrección tiene como testigas y portadoras a mujeres reales, capaces de poner sobre la mesa la realidad de la resurrección, por lo mismo que son capaces de hacerlo con la vida que empieza y con la vida que termina. Esto queda como algo universal –católico-: donde hay mujeres trabajando por la vida hay que escuchar y creer.

El dato es la ruptura cultural en el modo de comunicar la noticia de la resurrección.

Creo que es equivalente a la dimensión misma del acontecimiento de la resurrección.

Que pueda ser creíble que Jesús ha resucitado realmente es para los discípulos tan difícil de creer como que el anuncio se los hay querido hacer llegar a través de las mujeres.

Para nosotros, el equivalente cultural sería que Jesús nos quiera hacer llegar el anuncio de su resurrección sin que salga nada (pero nada de nada) en facebook ni en twitter ni en radio 10 ni en canal once ni en la nación ni en clarín. Sin que tengan nada que opinar ni el vocero presidencial ni chavez ni obama ni tinelli ni chiche, ni elizabetha piqué…

¿Puede ser que la noticia creible –esa que nos llena el corazón de fe y alegría- esté siendo anunciada en esta Pascua y que la clave esté en escuchar bien a quienes –muy en segundo plano – la están comunicando?
Porque el Señor no quiso que su resurrección quedara grabada en un video o como un hecho científico sino que fuera algo que se le salía por los ojos a las que anunciaban que lo habían visto y que ese deslumbramiento se transmitiera boca a boca y de corazón a corazón.

¿Estás esperando que te anuncien la resurrección por la tele?

Vas mal, porque sólo vas a escuchar silencios pesados, ligeras ironías sobre la iglesia, comentarios de frases sueltas del papa o de Bergoglio, cifras del via crucis y denuncias de escándalos vaticanos.

La noticia de la resurrección viene por otros caminos. Yo encontré uno releyendo los mensajes de la mamá de Lucas, que seguí conmovido durante los días de su búsqueda, de su entierro y de la lucha posterior por “despertar conciencia” a la que convoca.
Al releer las frases encontré más de lo que esperaba.
En los tres días en los que todavía tenía esperanza de encontrar con vida a Lucas, su madre declaraba que “hasta que Lucas no aparezca no van a descansar, que piensa que él los está esperando en algún lugar, que la situación desbordó su capacidad de respuesta”.
Y creo que esa frase sigue siendo válida hoy, a más de un mes de la muerte, y lo será para siempre en un corazón de madre (por eso le toca a la madre recibir el anuncio de la resurrección, porque ha creído en ella desde siempre, desde el momento en que dio vida a su hijo). Para una madre, la muerte de su hijo es solo una situación que desbordó su capacidad de respuesta. Pero él debe estar esperándolos en algún lugar.

Apenas se enteraron de su muerte, en la carta tan conmovedora y oportuna que nos regalaron, decía: “se nos fue Lucas… No alcanzó toda la fuerza que tuvimos, apoyados desde muchos lugares, para buscarlo y encontrarlo. Y vamos a despedirlo con una tristeza infinita, pero bañada por la luz que nos deja. Pasamos los días más difíciles de nuestra vida, y nos espera la soledad de no encontrar nunca más su sonrisa, esa que salía fácil, cercana, adorable.”.
La muerte es esas dos frases: “se nos fue” y “no alcanzó”. Pero no alcanza a borrar la luz de la sonrisa adorable.

Cuando se cumplió el mes de la Tragedia y se hicieron los dos minutos de bocinazos, la madre de Lucas agradeció (entre otros a las hermanas del Sur que le ofrecieron hacer sonar las campanas de todas las iglesias) y dijo que el ruido era para “despertar conciencia” porque que la muerte de su hijo era (no “tenía que ser” sino que era) “un punto de inflexión” para los que creen que podemos construir un país mejor.

Este es un lenguaje de resurrección. Un lenguaje que habla de vida luego de haber pasado por la muerte. Por eso es un lenguaje verdadero. El único verdadero. Al menos yo busco y escucho atentamente a los que hablan este lenguaje. Es el único que me interesa escuchar y tratar de hablar. No me interesan los lenguajes sólo de muerte o sólo de vida. Me interesa hablar, como dice Pablo, de Jesús crucificado y resucitado.

Es un lenguaje personal y sin embargo es el más social.
La mamá de Lucas lo expresaba diciendo: “considero que sin duda mi postura es ‘busco justicia por y para mi hijo’ pero sin duda se que eso va a redundar en beneficios para el resto de las personas, todas, aún aquellas a las que yo hoy no conozco, por eso entiendo que mucha gente que se vaya sumando porque afortunadamente en nuestro país tenemos mucha gente, muchas personas que aún creen que podemos vivir y tener un país mejor”.

Este lenguaje es “El Signo” del resucitado. Fue así desde el comienzo. El Señor no quiso presentarse ni hacerse ver directamente sino primero a través de estas testigos suyas y de su lenguaje “sin valor cultural”.

Esta humildad del Evangelio, si uno abre el oído, resuena como un grito clamoroso de alegría en medio del dolor, como una madre que pide que suenen las bocinas y (para los que no tenemos auto, decía con humilde ironía), los timbres, las cacerolas y las campanas por una muerte de un hijo que tiene que ser punto de inflexión en nuestra vida.
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 07 Apr 2012 05:21 PM PDT
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Posted: 07 Apr 2012 05:17 PM PDT

Estando a las puertas de la pascua quiero compartir con ustedes estas reflexiones.
Decía Nietzsche: “¿Cómo voy a creer en la resurrección de Cristo si los cristianos andan con esa cara?”
La frase es contundente. Y si nos ponemos a pensar, los cristianos, solemos asociar la fe al dolor, a lo serio, al cumplimiento de preceptos, la renuncia, la mortificación, pero rarísimamente la asociamos a la Alegría. Generalmente hablar de Dios es “cosa seria”, pero no alegre. Es más, pareciera que la religión, con todos sus preceptos y mandamientos, viene a aguar la fiesta de la vida.
Para los Cristianos, la fiesta de la Pascua –la resurrección de Jesús- es nuestra fuente de alegría. Pablo dice “si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe y somos los hombres más dignos de lástima”.
Pero la Resurrección no es el “happy end” de una película tristísima de sufrimiento, injusticia y dolor, sino que es la confirmación, por parte de Dios Padre, de que el Amor vence a la muerte y que una vida entregada, como la de Jesús, por la vida y la alegría de los demás, es fuente de Vida y Alegría; es decir que vivir como Jesús es fuente de Alegría genuina.

Jesús anunció con su palabra y sus gestos, que Dios está cerca de todos los hombres y mujeres sin importar su condición y que se compadece en particular, de los pobres y los que sufren. Por su parte, se enfrentó decididamente con los que encaraban la religión como un mero cumplimiento de determinadas leyes que terminaba ahogando la libertad y por lo tanto la capacidad de amar.
De hecho son quienes promueven este tipo de religiosidad alienante (los saduceos –sacerdotes- y los escribas -los teólogos-) quienes lo llevan a la muerte. Jesús viene a denunciar que esa religión no es la que le agrada a Dios; que la verdadera religión es la que impulsa a hombres y mujeres a salir al encuentro de sus hermanos y hermanas para ayudarlos a ser felices, a tener Vida en abundancia. Y eso implica poner en su lugar las leyes y preceptos religiosos, como algo relativo que están en función del hombre y no al revés (de ahí la importancia de la frase de Jesús: “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”).
Jesús critica fuertemente esta religiosidad centrada en el cumplimiento obsesivo de leyes religiosas, dado que esa espiritualidad del cumplimiento termina siendo una espiritualidad centrada en el propio yo. Si cumplo me siento tranquilo; y por lo tanto termina siendo más importante cumplir que amar.
La Buena Noticia de Jesús anuncia que el Amor al prójimo supera el cumplimiento de todos los preceptos religiosos. Por ser fiel a esa Buena Noticia, Jesús es crucificado a manos del poder político pero a instancias del poder religioso que –a lo largo de la historia lo ha demostrado- no suele tolerar muy bien a los profetas ni a los críticos.
El domingo de resurrección es la confirmación por parte de Dios de que una vida entregada por amor a los demás –como la de Jesús- es el Camino de la Vida verdadera. Y es la invitación a transitar ese camino sabiendo, con lucidez, que el amor, tarde o temprano debe pasar por la oscuridad, el rechazo, el dolor (la Cruz de Cristo); pero que perseverando en la Fe y la Esperanza, en ese mismo camino, nos alumbra la Luz de una Vida Nueva, diferente; eso es vivir como resucitados.
La vida de Jesús de Nazareth fue un pasar dando alegría a los que la necesitaban y a los que la quisieran recibir. Su muerte fue el testimonio de que esa alegría se ofrece, no se impone, y de que el camino para acceder a ella debe pasar ciertamente por la fidelidad en lo cotidiano. Su Resurrección es la señal que nos da Dios Padre de que ese es el Camino de la felicidad.
En Pascua se nos ofrece sumarnos al camino de la Alegría, junto al Dios de la Alegría.
Que Dios los bendiga y tengan una Feliz Pascua.

Con afecto.

P. Lic. Rafael Velasco, sj
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Posted: 07 Apr 2012 01:30 PM PDT

Desde hace muchos siglos, los cristianos celebraron hoy LA FIESTA DE LAS FIESTAS, la fiesta central del año entero; y, en ella, el corazón de la fe: la Vida Nueva.

Los seguidores de Jesús celebraban todo esto con una VIGILIA: pasar la noche velando, vigilando, como esperando algo que va a suceder: durante toda la noche leen relatos y palabras de Jesús, rezan y cantan juntos; y al amanecer, con la llegada de la luz, celebran la Eucaristía, en recuerdo de Jesús resucitado.

Nosotros hacemos algo semejante: nos reunimos por la noche y hacemos una VIGILIA, una vela nocturna de lectura y oración, terminando con la Eucaristía.

Nuestra celebración tiene dos partes fundamentales. La vigilia Pascual tiene también dos partes:

· La liturgia de la Luz
· La Eucaristía, que incluye la liturgia del Agua.


LA LUZ.

El Templo está a oscuras, estamos a oscuras en medio de la noche. De pronto, en medio de la oscuridad brilla la llama de un cirio encendido. Alguien grita: “¡La luz de Cristo!”, y todos gritamos: “¡Demos gracias a Dios!”. Y encendemos nuestras velas, pequeñitas, en el cirio grande de la luz de Jesús. Y el templo entero resplandece, y la noche parece día.

Para los que creemos en Él, Jesús es como una lámpara, como una linterna que nos permite ver en la oscuridad; como un gran cirio, encendido por el fuego de Dios, QUE SE CONSUME PARA DAR LUZ. En su luz prendemos nuestras lámparas, para poder caminar. De Él viene nuestra luz; no es nuestra, es la suya. Es un símbolo magnífico de nuestra fe: aceptar la luz de Jesús para caminar por la vida.

Y en esta noche muy especialmente. Jesús parecía muerto, su luz parecía apagada. El Viernes Santo se acaba con la terrible oscuridad del Calvario. Pero Jesús no está muerto y apagado. Jesús está vivo y brillante. Jesús crucificado vive por el poder de Dios, y su luz nos sigue iluminando.

PRIMERA LECTURA: Del Libro del Génesis: “EL SUEÑO DE DIOS”
SEGUNDA LECTURA: Del Libro del Éxodo: “CON DIOS, LA LIBERTAD”
TERCERA LECTURA Del Profeta Isaías: “DIOS, FUENTE DE VIDA”

Tres lecturas para renovar temas básicos de nuestra fe, que constituyen la esencia de nuestra fe en el resucitado. Parecía muerto, pero Él es el más vivo de todos, con la VIDA más verdadera, la vida que Dios da, la que nunca muere.


EL AGUA / EL BAUTISMO

El mar fue para Israel peligro de muerte: estuvieron a punto de morir todos en él. Dios les salvó del Mar.

La sed fue para Israel peligro de muerte en el desierto. Dios les hizo encontrar agua para poder vivir. La sequía hace morir. La lluvia es vida. ¿Hay algo mejor que un baño cuando vienes cansado y sucio? ¡Sales como nuevo!

ESTOS SON LOS CUATRO SÍMBOLOS DEL AGUA QUE RECOGEMOS EN EL BAUTISMO.

· SALIR DE LA MUERTE
· CALMAR LA SED
· TENER VIDA FECUNDA
· QUEDAR LIMPIOS

Cuando nos bautizaron, nos pusieron en contacto con Jesús, que es para nuestra Vida la mejor Agua. Nos metieron en la aventura de dar sentido y fecundidad a nuestra vida “bebiendo de Jesús”.

En esta “Noche del Agua”, nos invitarán a “RENOVAR LAS PROMESAS DEL BAUTISMO”, es decir, a volver a engancharnos con Jesús, volverlo a elegir, para que nuestra vida sea vida, para que sea limpia y fecunda.


COMULGAR CON EL RESUCITADO

La eucaristía de hoy – la de hoy más que nunca – es una fiesta.
Cantamos, celebramos, agradecemos, porque hay luz, porque hay agua, porque hay vida. Si todas nuestras Eucaristías son Acción de Gracias, la de hoy lo es más intensamente.

Y comulgamos: el Viernes Santo hicimos una comunión con Jesús, manifestando que lo aceptábamos y nos uníamos a Él y a todos los crucificados del mundo.

Hoy comulgamos con Jesús manifestando sobre todo nuestra esperanza. Comulgar con el Resucitado, sentirlo “el primer resucitado”. Aceptamos vivir como resucitados: me va lo de Jesús, acepto la vida como Él la plantea, acepto la misión que Él ofrece, vuelvo a encenderme en Él, me alimento de él, bebo de él, y así puedo caminar.

Con su luz, su agua y su pan puedo decir, de corazón: ¡ESTO SÍ QUE ES VIDA!



Los primeros testigos, las mujeres. Por encima de las preguntas sobre la historicidad del relato, sobre el significado de los ángeles… Las mujeres son las que se atreven a ir al sepulcro, porque a Jesús lo enterraron mal, deprisa, y quieren honrarlo con perfumes… Le creían muerto y sepultado. Pero vuelven del sepulcro creyéndole vivo y encargadas de una misión, misión de testigos del resucitado.

Es el final de todas estas celebraciones. Pasó entonces lo que pasa ahora. Lo que aquellos fueron somos ahora nosotros: testigos de Jesús.

La escena es emocionante porque tiene todo el sabor del testigo presencial que narra sucesos, tanto más fiables históricamente cuanto que su valor simbólico es prácticamente nulo. Alertados por María, Pedro y el discípulo preferido, amigos inseparables, corren al sepulcro.

El otro discípulo es más joven y le saca ventaja. Pedro es más impulsivo y entra el primero… Ve las vendas y el sudario y se va, hecho un lío (lo sabemos por la narración de Lucas). Pero el otro comprende. Y en estas pocas líneas del cuarto evangelio queda constancia del momento en que nació su fe en Jesús.


Hay dos momentos del cuarto evangelio en los que “el discípulo preferido de Jesús” deja constancia de su propio itinerario como seguidor de Jesús. La primera está en el capítulo primero, a partir del verso 35. Es el primer encuentro con Jesús, el momento en que el discípulo pasa un día con él, y le sigue a Galilea.

El segundo es el que leemos hoy en el evangelio: el momento del nacimiento de la fe del discípulo en Jesús. El itinerario, físico y espiritual que media entre los dos momentos es el recogido en la lectura que hoy hacemos de los Hechos. Entre las dos lecturas se nos ofrece una descripción muy importante para nuestra fe en Jesús.

Los que llamamos “los Testigos” fueron personas en cuya vida se cruzó un día un galileo como ellos, de Nazaret, que les impresionó tan fuertemente como para dejar sus familias y sus oficios y seguirle de aldea en aldea. Sus curaciones y sus enseñanzas les fueron entusiasmando más y más. Su mentalidad religiosa les llevó a pensar que él era “el que esperaban”, el Mesías de Dios. En su enfrentamiento con los jefes de Israel, se pusieron de su lado incondicionalmente, esperando sin duda su triunfo. Pero fue al revés. Los jefes acabaron con él.

El sábado después de su muerte, sus ilusiones se habían venido abajo; se encerraron en una casa por miedo a los judíos y no pensaban en otra cosa que en escapar de nuevo a Galilea y olvidar lo pasado.

Y entonces tuvieron lo que nosotros llamamos “la experiencia pascual”, la experiencia indiscutible de que estaba vivo, de que la muerte no había podido con él. Y ahí nació su fe: creyeron en aquel hombre con quien habían convivido tan íntimamente desde el Jordán, reconocieron que, a pesar de la muerte en cruz ,“Dios estaba con él”, y estuvieron dispuestos a reconocerlo como “El Señor”.

Esta trayectoria de la fe de los discípulos nos importa muchísimo. Nosotros creemos en Jesús a través de la fe de esos discípulos: su propia fe les convirtió en mensajeros, en pregoneros de Jesús. La fe de toda la iglesia está construida sobre la fe de aquellos que se autodenominaron “Testigos”.

Son testigos de Jesús entero: de su bautismo en el Jordán, de sus andanzas de aldea en aldea, de sus curaciones, de sus parábolas, de sus enfrentamientos, de su muerte: ahora se constituyen también en testigos de que está vivo después de la muerte y dedicarán toda su vida a dar ese testimonio para que también otros crean en él.

Todo ese testimonio es el que consta en lo que llamamos “los evangelios”. Las primeras comunidades se formaron porque “les creyeron a los testigos”, y no solamente a los once testigos “oficiales”, sino a todos los que habían estado con Jesús desde el Jordán y habían tenido también la experiencia de la resurrección. (Los “quinientos hermanos” de que habla Pablo en 1 Cor.15,6).

A todos esos testigos se unieron los que aceptaban su testimonio y, por ese testimonio, creían en Jesús. Estas comunidades de creyentes en Jesús celebraban la eucaristía, y en ella repetían los hechos y los dichos de Jesús, contados e interpretados por los testigos o sus enviados, y fueron las que pusieron por escrito su fe en Jesús, relatando sus hechos y consignando sus dichos, para que se leyeran en la eucaristía y para la enseñanza a los catecúmenos.

La redacción de estos escritos dio origen a los evangelios. En ellos se consigna la fe de los seguidores de Jesús, entre los que todavía vivían muchos de los testigos.

Los evangelios nos ponen en contacto por tanto con la fe de los Testigos, aquellos hombres (y mujeres) que se tropezaron con Jesús, le siguieron, creyeron en él y entregaron sus vida a transmitir su fe. De aquí nace el concepto de “Tradición”, del verbo “tradere”, entregar. Nosotros recibimos la fe que los Testigos nos han entregado.

Pero los testigos no fueron simplemente transmisores de una información; su testimonio no fueron simplemente sus palabras. Fueron testigos de Jesús porque cambiaron de vida; su fe en él consistió en aceptar sus criterios, sus valores y su Dios. Se sintieron resucitados, empezaron a vivir una vida “nueva”, inspirada por el mismo Espíritu de Jesús.

Esa vida nueva es lo mejor de su testimonio. “Testigos de la resurrección” no significa sin más “notarios de un suceso” sino, sobre todo, transmisores de vida nueva, transmisores del Espíritu de Jesús.

En el Salmo responsorial de hoy cantaremos “éste es el día en que actuó el Señor” (salmo 117). Lo entendemos de manera muy radical: en Jesús “actuó el Señor”, en sus seguidores “actuó el Señor”, y en este Domingo celebramos una actuación muy especial: creyeron en Jesús. Por eso los cristianos cambiaron el día de fiesta semanal: abandonaron el sagrado Sábado, el día en que el Creador descansó, y los sustituyeron por “le día en que actuó el Señor”, resucitando a Jesús de entre los muertos y haciendo nacer la fe de los discípulos en él.

Cada domingo, al celebrar la eucaristía, repetimos la celebración de los primeros creyentes, que volvían a hacer fiesta, semana tras semana, dando gracias por el nacimiento de su fe en el crucificado.

Cambiar de vida, resucitar a una vida nueva, tener lo viejo por muerto, sentirse testigos de resurrección, celebrarlo todos los domingos, refrescar la fe en el agua de la Palabra, comulgar con el crucificado, sentirse hermano de tantos otros testigos…

Nuestra eucaristía de los domingos es siempre celebrar la resurrección, la de Jesús y la de cada uno de nosotros, ponerse de fiesta, sentirse con motivos para vivir como Jesús, con sus mismos criterios y valores. El sentido más profundo de la eucaristía es la gratitud: dar gracias a Dios por la vida nueva, la que hemos descubierto y hemos recibido por medio de Jesús.

Pero no podemos limitarnos a considerar estas cosas simplemente como profesiones teóricas. Las cartas de Pablo muestran muy bien que seguir a Jesús no es una declaración de teorías, sino una manera de vivir. Creer en la resurrección es vivir como resucitados, pero esto significa exactamente lo mismo que vivir como crucificados.

Recordamos la frase de Pablo: “El mundo es para mí un crucificado: yo soy para el mundo un crucificado” (Gálatas 6.14). La expresión es desmesurada, como tantas en Pablo, pero acertadísima: un crucificado es algo que produce horror y repulsión, algo que se desprecia, que se considera como desgracia …

Pablo dice que el mundo es para él eso, y sabe que él mismo es considerado así por muchos. Me permito remitirme a algunas expresiones que hacíamos en la introducción al domingo de Ramos:

La señal del cristiano es la santa cruz. El discípulo, como su maestro. Si a Él le crucificaron, a sus seguidores también. Y les crucificarán los mismos: el dinero, el poder y los dioses.

Jesús no dio ningún motivo “revolucionario” para que le matasen. No fue un agitador social ni un líder político ni un guerrillero. No lo mataron por eso, aunque le acusaron de eso, calumniándole, para que los romanos quisieran matarle. Lo mataron por ser un revolucionario mucho mayor: por creer en un Dios distinto, por considerar a todos iguales, por preferir a los pequeños, por pasar del poder y del dinero. Considerar a todos iguales es sentir horror por los que valoran a la gente por su dinero o su poder. Preferir a los pequeños es una estupidez, hay que preferir a los grandes.

El Dios de Jesús es peligroso, porque no se sienta arriba con poder para juzgar, sino que está debajo para sustentar, dentro para fermentar. Y eso no vale para asentar en los dioses el poder y la dignidad. Esto no les gusta nada a los sacerdotes, porque su dignidad se deriva directamente de la dignidad de dios, y si dios no está arriba, ellos tampoco. Por eso, el Dios de Jesús puede producir horror a la religión, incluso a la católica. Y los que siguen a ese Dios serán vistos como “crucificados”.

Para Jesús todas las personas son iguales porque todos son hijos. Ni por ser rico ni por ser pobre se es más ni menos. Esto no les gusta nada a los ricos. Es muy incómodo tener un hermano pobre, compromete, afea, es fuente de numerosas molestias.

Tampoco les gusta del todo a los pobres: es molesto que el rico sea mi hermano, no podremos odiarle y matarle sin sentir remordimientos. Es mucho más sencillo que sea sin más mi enemigo.

Vivir pobremente es un insulto a las engranajes mismos de nuestra sociedad, es invitar a que se pare el consumo, a que la sociedad del bienestar se desmorone. Y eso sí que produce horror y producirá rechazo, y que “el mundo” se aparte como quien topa con un leproso.

Pasar del poder y del dinero es de locos. Todo el mundo corre enloquecido tras el poder y el dinero. Hay que comprar cosas para disfrutar de cosas, hay que tener poder, prestigio, status, influencia … Meta de la vida. ¿A qué loco se le ha ocurrido que el poder y el dinero no son buenos? … Pues, a Jesús, que ha descubierto algo tan sencillo como esto: el poder y el dinero son bienes pegajosos, tienden a apoderarse del que los tiene y lo deshumanizan. A Jesús, que observa que el poder y el dinero son difícilmente compatibles con la compasión, la sencillez y la libertad. Poder para servir a los pequeños, dinero para aliviar a los pobres … Entonces, ¿para qué quiero el poder y el dinero?

Nuestra cultura ha resuelto a veces el problema con mucha inteligencia: la limosna, el porcentaje: el 90% del poder y el dinero para mí, para mi satisfacción: el 10% para justificarme y conseguir mejor imagen. O sea, también para mí.
Un gobernante que use el poder para servir a la gente, sobre todo a los más pequeños, no genera riqueza y poder para sus amigos, no reparte más que cargas … no durará mucho en el poder; será crucificado como gobernante.

Un empresario que tiene menos interés en los beneficios que en el nivel de vida de los obreros sirve mal a la clase empresarial. Será crucificado.

Un matrimonio que gasta poco, que no renueva el guardarropa en cada estación, que tiene más de dos hijos, que no cambia de coche cada dos años, que pierde todos los días varias horas con sus hijos, que reduce su consumo a lo razonable, que recicla, que reutiliza, que comparte … es odioso; parece que te esté echando en cara todos los días cada cosa que haces… ni siquiera se puede hablar con ellos de las cosas normales. Será marginado, sutilmente, cotidianamente … Será crucificado.

Un cura que no predica de la iglesia y sus dogmas y órdenes sino de Jesús y sus compromisos, que no hace teología dogmática sino que cuenta parábolas, que no manda en su iglesia sino que anima, aconseja, invita, carga con lo menos atrayente, se mete en los líos de la gente … no llegará a Obispo. Será crucificado.

Y así tantos y tantos. Todos los que quieran vivir piadosamente, siguiendo a Jesús, sufrirán persecución, porque para ellos, los valores que llevan a triunfar en el mundo son basura y producen horror, como quien mira a un crucificado. Y ellos mismos serán mirados como basura por los que se rigen por, los valores del mundo. Basura, peligro: Jesús fue crucificado por peligroso, simplemente porque esos eran sus valores.

La celebración de la resurrección se parece bastante a la del domingo de Ramos. Celebramos un triunfo… más bien un anti–triunfo. La resurrección no borra la crucifixión sino que avala de parte de Dios al crucificado. Celebramos una fiesta absurda a los ojos de todo el mundo: decimos que el crucificado ha triunfado, que tiene razón, y que Dios mismo lo proclama así. Y esto no se lo cree nadie porque, aunque no se diga en voz alta, la mentalidad dominante en el mundo piensa que “bien crucificado está”, por quebrantar todos los valores en que se funda la sociedad del bienestar.

Y por esa razón, nosotros la iglesia, seguidores de Jesús, hemos dulcificado, modificado, teologizado, religiosizado afanosamente a Jesús de Nazaret. Así podemos creer en él, especialmente en su divinidad, y mantener tranquilamente los valores y criterios de los que le mataron.
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Posted: 07 Apr 2012 01:17 PM PDT

“María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro”

El encuentro con el Resucitado es lo que llamamos fe cristiana. Una experiencia sólo comunicable con símbolos que permiten aproximación a la realidad vivida. La experiencia de que el Resucitado ha irrumpido en su vida es común a todas las primeras comunidades cristianas. Pero a la hora de trasmitir esa experiencia común cada evangelista, dentro de su comunidad y contextos cultural, destaca determinados aspectos empleando su género literario. De ahí las diferencias fácilmente perceptibles en los relatos evangélicos que la liturgia va presentando a lo largo de cincuenta días, a partir de este domingo cuyo evangelio ahora comentamos.
Fr. Jesús Espeja Pardo O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino "Olivar" (Madrid)

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Comentario Bíblico

Primera lectura: Hechos 10,34a.37-43.

Marco: El fragmento corresponde al encuentro de Pedro con el centurión romano y pagano Cornelio en Cesarea. Avisado por el Espíritu, Pedro se acerca a Cesarea guiado por la voz de Dios. Es recibido con todos los honores por el centurión Cornelio. Pedro le expone los elementos básicos de la proclamación kerigmática. Durante su proclamación el Espíritu desciende sobre los oyentes y son bautizados. El acontecimiento que produce el asombro de los acompañantes de Pedro.

Reflexiones:

1ª) El Evangelio abre fronteras.

os encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados. Este acontecimiento tiene capital importancia para la expansión del Evangelio. Son las primicias de lo que pronto será la evangelización entre los gentiles. Jesús ha roto todas las fronteras con su Muerte y Resurrección. Pero este acontecimiento ha sido asimilado poco a poco por los Apóstoles y por los primeros hermanos en la fe. El cristianismo corría el peligro de convertirse en una secta judía más de entre las muchas que había en tiempos de Jesús. Pero el proyecto de Dios era otro. El pueblo de Israel había sido llamado a ser un "signo" de salvación para todos los pueblos. Los primeros pasos en esa dirección encontraron no pocas dudas y tensiones. Los hermanos de Jerusalén pedirán cuentas a Pedro de por qué había entrado en casa de gentiles (Hch 11). Pero el Espíritu se ha adelantado marcando las líneas a seguir, respetando la colaboración humana. El Evangelio comenzaba una nueva aventura: llegar a todo el mundo.

2ª) Contenido del Evangelio.

Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios por la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Este discurso de Pedro (el quinto discurso kerigmático) recoge el esquema central de lo que debe ser evangelizar. El anuncio de Jesús en su realidad histórica, enmarcado en la historia: todo comenzó con el bautismo de Juan. A partir de su Bautismo, Jesús abandona la soledad de Nazaret y recorre de un lado para otro todos los pueblos y aldeas anunciando el Reino de Dios. Pasó haciendo el bien en todos los niveles. Finalmente murió y resucitó. Estos dos acontecimientos son los centrales en toda adecuada evangelización. Los Apóstoles lo repetirán una y otra vez y por todas partes. En la Muerte y en la Resurrección de Jesús Dios ha hablado la última palabra en favor de los hombres.

3ª: ¡Testigos de la resurrección!

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó el tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Los apóstoles disfrutaron de un encuentro con Jesús resucitado único y singular. Recibieron una experiencia interior personal y comunitaria a la vez acompañada de una luz reveladora infalible que les llevó a la convicción de que Jesús estaba vivo, el mismo que había sido crucificado. Esta experiencia íntima y objetiva se correspondía con la realidad de la resurrección. Una experiencia de un ser que ya ha trascendido la historia, pero que se hace presente de forma nueva y singular en la historia de los hombres, comenzando por los testigos. Jesús resucitado revela adecuadamente la soberanía de Dios sobre la muerte y la vida. Y pueden ser testigos seguros e infalibles de esta verdad. Desde entonces nuestra fe en Jesús pasa por el testimonio apostólico; nuestra fe es apostólica. Y es una fe cierta y segura, aunque durante nuestra peregrinación por este mundo sigue siendo clarooscura como no puede ser de otra manera frente al misterio de Dios. Y la resurrección de Jesús es un admirable misterio de Dios (la maravilla de las maravillas de Dios).

4ª) Dios no tiene acepción de personas.

Pedro queda sorprendido de ver que el Espíritu Santo desciende sobre sus oyentes aún antes de que fueran bautizados. Pedro sabe que el don del Espíritu está ligado al bautismo. Así lo ha prometido el Señor y así ha ocurrido hasta ahora. Pero en Cesarea se produce una excepción que tiene un profundo sentido: liberar a Pedro y a la Iglesia primitiva del miedo y escrúpulo en dirigirse a los gentiles. Dios actúa soberanamente, y Pedro entiende que para Dios no hay acepción de personas al ofrecer su salvación a todos los que se abren con corazón sincero. Y eso ha ocurrido en Cesarea, donde la evangelización a los gentiles era el fruto del triunfo de Jesús sobre la muerte en la que ha derribado todos los muros de separación entre los hombres. En adelante es posible la fraternidad entre todos los pueblos a través del Cristo resucitado y del Espíritu.

Segunda lectura: Colosenses 3,1-4.

Marco: La carta a los Colosenses fue escrita, muy probablemente, por un discípulo de Pablo. Habría sido escrita hacia finales del s.I. Es motivada por una herejía que surgió en la Iglesia consistente en poner en duda la supremacía exclusiva de Cristo. Otros elementos entraban en concurrencia con Jesús. El autor escribe para afirmar enérgicamente que Jesús es Cabeza de todo porque en El habita "corporalmente" la plenitud de la divinidad y todo le está sujeto.

Reflexiones:

1ª) Por el bautismo el creyente se incorpora a Cristo.

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. El autor de la carta recuerda que ya desde el bautismo los creyentes han entrado en comunión con el Cristo Glorioso. El sacramento realiza en la persona humana una maravi-lla: identificar al hombre con Jesús muerto y resucitado. La consecuencia de esta identificación es la urgencia de dirigir la mirada y la vida hacia donde está Cristo actual-mente: a la derecha del Padre. El autor revela con ello el sentido de provisionalidad que tienen todas las cosas, aun las que podamos pensar más importantes, por la esperanza de la meta definitiva. Pero es necesario realizar el camino y la peregrinación. Desde ahora el camino, arduo por ser humano y envuelto en tribulaciones y sufrimientos múltiples, ha sido iluminado por la meta. La meta da sentido al conjunto y desvela el misterio del sufrimiento y la muerte.

2ª) Vida escondida durante el camino.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis con él, en gloria. El creyente ha resucitado ya realmente (el sacramento) con Cristo, pero todavía no realmente (definitivamente). Estamos entre el "ya" y "el todavía no" de la salvación. La meta es el encuentro y definitiva comunión con el Cristo Glorioso, pero la Iglesia camina todavía sobre la tierra. El tiempo de espera es tiempo de lucha y dificultades. No es tiempo de ostentaciones y triunfalismos. Es el tiempo de la levadura en la masa que está realmente con todo su vigor, pero oculta y silenciosa. El tiempo entre la primera venida de Cristo y la última, es decir, el tiempo de la Iglesia es tiempo de cruz-gloria a la vez, de luces y sombras ciertamente, pero también tiempo de compromiso serio y de certezas consoladoras y alentadoras. Algunos creyentes pensaban que ya habían resucitado con Cristo y no valoraban la resurrección corporal (los gnósticos antiguos, que por cierto aparecen de nuevo en nuestra sociedad). El autor se vio urgido a salir al paso de tales desviaciones, aunque el tiempo es la etapa del Cristo Glorioso escondido, el creyente tiene la certeza de que un día se manifestará plenamente y entonces participará de la gloria plena de su Señor. Mientras tanto el Cristo vivo urge a caminar responsablemente tras sus huellas a los discípulos que vivimos en este mundo todavía.

Tercera lectura: Juan 20,1-9.

Marco: El fragmento corresponde al relato joánico de la Resurrección. Pero el evangelista recuerda dos realidades complementarias: el sepulcro vacío y las apariciones. Ambas realidades son necesarias para expresar el contenido de la Resurrección habida cuenta de la concepción antropológica propia del mundo semita al que pertenecen los evangelios.

Reflexiones:

1ª) Comprobación de que el sepulcro estaba vacío.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. ... Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. La realidad del sepulcro vacío es una verdad que la interpretación evangélica actual da por adquirida. Históricamente parece que se debe aceptar que en Jerusalén había un sepulcro en que estuvo el Señor. Este dato favorece la explicación de la maravilla ocurrida aquella mañana. Necesitamos traducir el acontecimiento a términos inteligibles. Jesús ha resucitado realmente, es decir, todo el ser humano de Jesús que se entregó en la cruz, todo El resucita al tercer día. Y la forma de explicar esta realidad es afirmar que el sepulcro estaba vacío. Aunque la carrera de los dos discípulos al sepulcro confirma nuestra seguridad, la experiencia del sepulcro vacío requiere la iluminación interior para comprender lo sucedido realmente. Eso es lo que quiere decir Juan cuando afirma "vio y creyó". El encuentro de los Apóstoles con Jesús vivo y resucitado fue más profunda, más sólida. Sólo el sepulcro vacío no podía garantizar la seguridad de nuestro destino hacia la vida. Dios intervino de modo singular y privilegiado en favor de los apóstoles pregoneros del magnífico acontecimiento de la resurrección. Desde entonces el hombre tiene la certeza y seguridad de que su destino vuelve a ser para siempre la vida y la vida gloriosa y feliz. El sepulcro vacío es una señal que nosotros necesitamos para concretar y encarnar la fe. Porque la fe, don divino, es para el hombre. Y aquellos hombres (de tiempo de Jesús) necesitaban en cierto modo la visualización de aquella maravilla que desbordaba todos sus planes y todas sus esperanzas. Esa es la significación del sepulcro vació y de las apariciones que se sucederán.

2ª) Resucitó al tercer día.

La afirmación central en la mañana de Pascua fue esta: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado". La Resurrección al tercer día es una fórmula de venerable antigüedad. Pablo la ha recibido en el momento de su conversión y la transmite y recuerda a los Corintios (1Cor 15). Su textura corresponde al mundo de pensamiento semita o hebreo en el que se pensaba que al cuarto día comenzaba a corromperse el cadáver (Jn 11). Con lo que se quiere indicar que Jesús no ha experimentado la corrupción (Salmo 15). La consecuencia lógica era descubrir en Jesús al Mesías esperado porque así lo indica el salmo. Jesús ya no saboreará jamás la muerte.

3ª) ¿Han robado realmente el cuerpo del Señor?

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró. Llegó también Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Llama la atención la abundancia de detalles y pormenores que el redactor en este relato. Es verdad que es un autor detallista a lo largo del evangelio. Parece ser que todo responde a la afirmación de María Magdalena "se han llevado el cuerpo del Señor". Y esta expresión responde a la noticia emanada de los judíos de que los discípulos habían robado el cuerpo del Señor, pero que no había resucitado de entre los muertos. La abundancia de detalles subraya la veracidad de la resurrección. Cuando se roba un cuerpo de un sepulcro no se pone tanto cuidado en dejar las ropas que llevaba de la manera que refiere el evangelista. Se lleva todo y se desprenden piezas que quedan desordenadamente. El conjunto subraya el realismo de la resurrección, aunque él sabe muy bien que la fuerza de convicción está en la revelación de Dios como lo va a indicar enseguida mediante la reacción del "otro discípulo" (Discípulo Amado).

5ª) ¡Vio y creyó: Resucitado según las Escrituras!

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. A lo largo del relato evangélico el autor joánico ha insistido en la fuerza de los "signos" para acercarse a Jesús. Ahora el Discípulo Amado ve los "signos" y cree en que Jesús estaba vivo de otra forma y para siempre. Una vez se quiere afirmar a la vez el realismo y la trascendencia de la resurrección de Jesús. Y esto se apoya en la Escritura. También forma parte de la fórmula de fe que nosotros profesamos: resucitó al tercer día según la Escrituras. Las Escrituras son la expresión literaria del proyecto de Dios. Dios cumple su plan a pesar de todas las resistencias. Y lo ha cumplido devolviendo la vida a su Hijo hecho hombre y, en comunión personal con El, a todos los hombres. La vida humana encuentra en Jesús resucitado la respuesta al interrogante más hondo incrustado en la intimidad del hombre: el anhelo de vivir y vivir siempre y feliz. Ahora como entonces necesitamos los "signos" y la Escritura para el encuentro de los hombres con Jesús resucitado.

Fr. Gerardo Sánc


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