sábado, 13 de marzo de 2010

MANCHAY

(Manchay = en quechua Terror)

Terminaba el año 1992, en una Lima que iba dejando de ser convulsionada por el terrorismo ... De este tiempo, tengo en la mente dos personas, que me provocan mucha emoción al recordarlas…Los llamaremos Kike y Mery, ellos fueron en mis días mozos mis catequistas de confirmación, dos seres que se las traían, apenas uno los trataba sentía conocerlos desde tiempo antes, inspiraban confianza. Estaban felizmente casados y tenían dos hijos; llenos de de ilusiones, no existía la frase “no puedo” en su vocabulario. Sin dificultad fueron ganando espacio y respeto en los demás grupos juveniles, como también enemigos.

Kike era un tipazo, de raíces andinas, bajito y delgado, pero con una voz que sin micro hacía retumbar el templo, cautivaba al que lo escuchaba y jamás uno podía olvidarlo. Mery, físicamente era una mujer atractiva, pero no le gustaba que la valoraran de esta manera, tenía un carácter de acero, era el apoyo que Kike, él siempre orgulloso la nombraba en cada oportunidad que tenía, en las tantas reuniones de los grupos parroquiales, de amigos, y familiares. En realidad, ambos expresaban su amor sin tapujos, todos entendíamos claramente que ese amor era su mayor tesoro. Más de una vez escuché por allí, una que otra frase de halago, pero también de maleficencia, de gente que con envidia veía a esta pareja.

Sinceramente, aunque no hay envidia sana…tengo que confesar, que los envidié en algún momento, por la fortaleza, fidelidad que mostraban, pero mucho más por esa esperanza y confianza en el ser humano que tenían; la verdad, no lograba entender ¿Cómo podían responder ante los agravios con una sonrisa? Su tolerancia, muchas veces me exacerbaba.

Recuerdo cuando los vi cargar sus cosas de casa de sus padres llenos de alegría...

_ ¡Nos vamos para Manchay!. Me dijeron, sonrientes.
¿A Manchay ?...(Pensé) Lo conocía porque había ido a correr motos por ahí, un lugar de arena gruesa y polvo, una quebrada a las afueras de Lima, que limita con dos distritos pudientes. No me explicaba esta locura, tenían dos niños pequeños, (la parejita), de muy tierna edad. Pero ellos manifestaban que era hora de dejar tanta comodidad y hacer lo que se había predicado.

No los volví a ver por un buen tiempo, pero supe que se enrolaron en la pastoral de parejas de ese lugar, que hicieron trabajo de campo, logrando dejar semilla…aunque algunos hoy digan lo contrario.

Vivieron entre paredes de Triplay, pero iban construyendo su casa con sus propias manos y cada que podían las donaban a los trabajos comunitarios, sin esperar ser llamados o gratificados.
Dicen que siempre tenían una frase correcta para levantar el ánimo y defender de la injusticia, que mucho por allí se vivía.
Tuvieron dos hijas más en ese lapso y algunos se atrevían a criticarlos con bromas pesadas por tener cuatros hijos y no ser pudientes; a lo que ellos respondían siempre con una sonrisa y en calma decían: Los hijos son la mejor riqueza para todo padre, y quienes nos dan la razón y el valor de vivir.

No faltó un día negro, en que la muerte metiera sus narices, (es lo que pienso)...Y se llevará a Kike sin darle tiempo para despedirse.
Pese a que hoy Mery me dice, que nunca la muerte es negra, que la muerte es luz, que uno sólo atraviesa cuando esta preparado, creo, que sus palabras son la forma de aparentar fortaleza para no derrumbarse, para esconder el dolor que la consume.
Me ha hecho prometer que cuando ella fallezca, tendremos que hacer fiesta con zampoñas y charangos, con esa música que a ellos les gustaba.

Bueno, tengo que aclararles, que he saltado a propósito unos años, porque hay tanta herida abierta en ese espacio de tiempo…
Luego que enviudara Mery, tuvo que soportar, que a su hija de 7 años la ultrajara gente de la Iglesia, o como ella dice, no es de Iglesia, simplemente es el demonio que se esconde para no ser hallado.
No tuvo la justicia que se espera para un ser humano, nunca le dieron lo que le correspondía del trabajo de su Kike, ni se castigó al salvaje que atropelló a su esposo, ni al monstruo que dañó a su hija.

Más ella, me repite hoy que lleva acuestas una enfermedad degenerativa, “la justicia que yo espero no esta en este mundo, tengo pena mas no odio, esas personas tienen ya bastante castigo con ser como son”.
Alentó a sus hijos con su fuerza interior, les inculcó que la batalla se gana cuando se alimentan las virtudes que se poseen, cuando defendemos nuestra inocencia de las garras del mal, cuando las ganas de amar y dar nunca mueren.

Hoy, que tengo el privilegio de conocer a sus hijos, muchachitos que en plena juventud son sustento de su hogar, apoyo de su madre, me pongo a pensar en Kike, que como padre debe estar orgulloso allá en el cielo, porque mientras vivió guió con muy buenos valores a su familia, por eso, cuando uno los mira, ve en sus rostros su valor.

No hay comentarios: