jueves, 18 de marzo de 2010

LA LIMOSNA - Caridad / y LA ORACIÓN


"La caridad no es un simple asistencialismo, es solidarizarse con el hermano"


2.-LIMOSNA .-

Una de las formas más concretas de la caridad fraterna es la limosna.
Es una práctica indisoluble del verdadero ayuno. Pero está lejos de limitarse al gesto material que consiste en desprenderse de su dinero.

San Agustín ha previsto el error:


"Es un deber el multiplicar las limosnas en este tiempo santo".
"¿Qué diré de esa obra de misericordia en virtud de la cual no hay nada que sacar de la bolsa sino que todo procede del corazón, que pierde mucho más conservándolo que despojándose de ello?
Me refiero a la cólera que uno conserva en su corazón contra su hermano" (Sermón 208 sobre la Cuaresma).
Pero la limosna junto con el perdón de las ofensas hace posible el contacto con Dios en la oración.
Comentando a Isaías (58,3) acerca del ayuno, San Agustín concluye :
"He ahí las dos alas sobre las que la oración vuela hacia Dios: el perdón de las ofensas y la limosna hecha al indigente" (Sermón 205 sobre la Cuaresma).

Si San Agustín, hablando de la limosna, hace de ella una condición para el contacto con Dios en la oración, San León ve en ella una obra de misericordia que nos atrae el perdón: "No pasemos al lado del pobre permaneciendo sordos a sus quejas, concedamos, con benévola solicitud, misericordia a los indigentes para merecer nosotros mismos hallar misericordia en el momento del juicio"(LEÓN EL GRANDE, Sermón 1 sobre la Cuaresma, SC. 49bis, 77, CCL. 138 A, 221).
El deber de la limosna no se limita a socorrer a quienes comparten nuestra misma fe:
"Por más que la pobreza de los fieles ha de ser socorrida la primera, también los que todavía no han recibido el evangelio son dignos de piedad en sus necesidades; porque hay que amar a todos los hombres en la comunión de una misma naturaleza" (ID., Sermón 3 sobre la Cuaresma, SC. 49bis, 97; CCL. 138 A, 235).

La limosna hace, además, participar en la liberalidad de Dios:
"Nada es más digno del hombre que imitar a su Creador y ser, en la medida de sus posibilidades, el mandatario de la obra divina" (ID., Sermón 5 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 127; CCL. 138 A, 256). Los sermones décimo y undécimo sobre la Cuaresma acaban ambos con una exhortación a la limosna.

En la misericordia Dios reencuentra su propia imagen: "Ninguna devoción en los fieles es más agradable a Dios que la que se dedica a sus pobres; allí donde Dios encuentra la preocupación por la misericordia, reconoce la imagen de su propia bondad" (ID., Sermón 10 sobre la Cuaresma, SC. 49bis, 179; CCL. 138 a; 283)
.
San León se deja llevar hasta la paradoja. Se ve cómo, a sus ojos, el ayuno está lejos de ser sólo una abstinencia de alimentos: "Con la distribución de limosnas igualmente y con el cuidado por los pobres, los cristianos, aun ayunando, engordan; con lo que cada uno sustrae a sus placeres y lo que gasta en favor de los débiles y de los indigentes" (ID., Sermón 11 sobre la Cuaresma, SC. 49bis, 193; CCL. 138 A, 290).

Las exhortaciones de San León durante la Cuaresma están marcadas por su mayor preocupación: caridad fraterna, perdón y limosna. Se adivina que presiente un fácil error en sus cristianos. Pudiera ser que la práctica formalista de un ayuno externo corriera el peligro de proporcionarles una coartada para una vida espiritual fácil. El Papa no lo quiere y denuncia claramente el peligro: "Abracemos, pues, este ayuno solamente con devoción solícita y con fe alerta, y celebrémoslo no con una dieta estéril, como a veces la imponen la debilidad del cuerpo y la enfermedad de la avaricia, sino con una amplia generosidad" (ID., Sermón 2 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 87; CCL. 138 A, 228).
San León no olvida poner el acento en la verdadera esencia del ayuno: "El todo de nuestro ayuno no reside en la sola abstención del alimento; no hay provecho en sustraer alimentos al cuerpo si el corazón no se aparta de la injusticia y si la lengua no se abstiene de la calumnia" (ID.,Sermón 4 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 103; CCL. 138 A, 240). No obrar así, sería hipocresía y el Papa no teme en dar la razón a los no-creyentes que encontrarían ahí un justo motivo de críticas: "Efectivamente, estaremos expuestos, no sin motivo, a las críticas de los infieles y son nuestras propias faltas las que armarán las lenguas contra la religión si, cuando ayunamos, nuestra forma de vivir no va de acuerdo con la pureza de una perfecta abstinencia" (Ibid.).

No hemos querido poner de relieve aquí más que algunos pasajes de los sermones de Cuaresma, pero tendríamos que haber citado muchos otros. Estos bastan, no obstante, para demostrarnos cómo los Padres latinos conciben el ayuno con realismo y empalman con nuestras contemporáneas exigencias de una sinceridad exenta de todo formalismo. Veremos, intentando descubrir lo que constituye lo esencial del ayuno, cómo San Juan Crisóstomo, por ejemplo, rechaza igualmente todo formalismo.





3.-LA ORACIÓN
.- Lecturas de la Liturgia de la Horas

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